jueves, 8 de septiembre de 2011

Aprendiendo Turismo: Francia

Jaime Figueroa Navarro La bella Francia, más que un destino, se vende como joie de vivre, un estilo de vida. Aclamando el pasado jueves, por fina invitación del Embajador Hugues Goisbault, el 222avo aniversario de la toma de la Bastilla en la Plaza de Francia, rememoramos nuestras inquietudes y pesquisas que datan cerca de medio siglo, al entonar La Marsellesa, célebre himno que muchos coterráneos aprendimos durante nuestros albores. Joseph Kratochwill, medico y empresario, evocado por su Botica de las Culebras, una de las primeras farmacias istmeñas, ubicada a un costado de la Iglesia de la Merced, caro tatarabuelo, es el primer lazo familiar con la patria de Molière. Le distingue el Emperador Napoleón III con la más insigne condecoración a ciudadanos extranjeros, la Legión de Honor, en 1867 por sus servicios a los heridos de guerra franceses provenientes de México durante el breve lapso del Emperador Maximiliano I. Se acercó el Dr. Kratochwill en 1849 a Panamá en búsqueda del oro de California y en su lugar descubrió un agradable tesoro en los brazos de mi tatarabuela. Nos obliga la presencia de la angloparlante caribeña Inocencia de Robles, cocinera de nuestra familia, prácticamente clonada de Aunt Jemima, al estudio del francés, para poder observar conversaciones privadas durante nuestros almuerzos y tertulias infantiles. Estas primeras lecciones fueron impartidas por la inolvidable Madame Palmira de García, professeur de français en el Instituto Pedagógico de Las Cumbres. En junio de 1968, cursamos estudios de verano en una Francia azotada por una monumental huelga estudiantil que produjo arraigados cambios forzando a la V Republica de De Gaulle, vergonzosamente aliada temporalmente al Partido Comunista, hacia una apertura exactamente opuesta a la proclama de un cartel de la época “Sois jeune et tais toi” (sé joven y cállate). Posteriormente a una abreviada visita a París nos instalamos en Amboise, sede del castillo del mismo nombre y de la afamada mansión Clos Lucé donde vivió y falleció Leonardo da Vinci, poblado en el valle del río Loire, cercano a Tours. Fue allí durante dos meses donde nos adentramos al intenso estudio de la gramática, vocabulario y pronunciación durante las mañanas, dedicando las tardes a encuestas sociológicas que nos imbuyeron en la cultura y sociedad gala, con visitas a sitios tan variados como viñedos, donde degustamos un fino Vouvray de 1949, centros culinarios, fincas, pastelerías y castillos, que nos permitieron un conocimiento profundo del intrínseco carácter nacional francés. Cumplida la enseñanza nos embarcamos en un viaje a provincias que englobó, entre otros, Mont Saint Michel y Saint Malo en la región de Bretagne (costa atlántica), Lyon y Grenoble en la sección meridional, Niza, Cannes y Monte Carlo en la Costa Azul, al igual que Annecy y Mont Blanc en los Alpes. Ocupa Francia el primer sitial mundial en turismo con 85 millones de visitantes anuales. Para instruirnos de su importancia, el parque de diversiones Parc Asterix, mucho más pequeño que Disneyland París, a guisa de ejemplo, acapara más visitantes durante su temporada de seis meses, que nuestro istmo anualmente. Es importante notar cómo Francia logra diversificar su turismo. Amén que París sigue siendo la urbe mas visitada del mundo, se ofrece un variable menú de destinos que permiten al visitante gozar de variadas zonas climáticas en un país, notoriamente agrícola, con abundante cultura e historia. Conocer París es solamente el abrebocas a una nación que tiene un sinnúmero de atractivos bien desarrollados para el visitante más sofisticado. Me consta, ulteriormente a plurales visitas durante más de cuatro décadas. No deja de maravillarme el continuado esmero de los anfitriones y las novedades que descubro en cada gira. Eso hace del destino algo sublime y es precisamente esa originalidad la que busca el turista y le hace retornar en una y otra ocasión. Asimismo, goza Panamá de un potencial estupendo, si consideramos nuestra rica historia, impresionante patrimonio natural y ubicación como centro logístico mundial. En el desarrollo de la industria del turismo tenemos todo por recorrer. Desarrollando nuestros atractivos nacionales con sagacidad, descentralizando la obtusa concentración capitalina y enfocando, como Francia, los valores regionales como invaluables imanes al visitante, lograremos despertar de nuestro letargo. Demanda el istmo auténticos profesionales que se dediquen, sin aforos a sus bolsillos, amistades o partidos políticos, a esta primordial tarea. Exige una estructura idónea, similar a la Autoridad del Canal de Panamá, que le rinda resultados verdaderos a corto, mediano y largo plazo al desenvolvimiento del turismo nacional. Cuando así lo hagamos, dedicándonos con ahínco a los más ínfimos detalles, percibiremos como los franceses, el verdadero cambio y joie de vivre.

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